G E N E R A C I Ó N · 

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Es tan fácil encender el foco de una habitación de nuestra casa que jamás pensamos en toda la industria que hay detrás de aquella luz. La generación eléctrica en México es un negocio tan antiguo y lejano que debemos imaginar cómo era la vida de los abuelos de nuestros abuelos, cuando vivían bajo la iluminación de sus velas. Casi 150 años desde que llegó el sistema de alumbrado público a Ciudad de México, los recursos utilizados y sus cantidades para generar la energía eléctrica han cambiado. El carbón, una de las fuentes principales en un inicio, solo produce el 4 % del total de la energía eléctrica del país, pero emite el 10% de los gases de efecto invernadero del sector eléctrico.

La paradoja de un combustible ineficiente, que produce poco, peligroso y contaminante está cada vez más presente en los mineros que extraen el carbón. Ellos saben que el combustible contamina y que les puede quitar la vida, pero lo siguen haciendo porque no encuentran otro trabajo con que sostener a sus familias en sus comunidades de “la región carbonífera”, hogar de dos de las tres plantas que generan electricidad a partir de la quema del carbón y responsables del 62.7 % de la energía en esta región.

Hay 3 plantas carboeléctricas en México

Dos en Coahuila y una en Guerrero. Todas son propiedad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

45.2% del carbón extraído en México

va a las carboeléctricas de Coahuila. La planta de Guerrero funciona principalmente con carbón importado del extranjero.

10% de las emisiones de gases de efecto invernadero

de todo el sector eléctrico mexicano fueron producidas por las carboeléctricas en el 2020, a pesar de generar solo 4% de la electricidad.

6,000 puestos de trabajo

dependen directa o indirectamente de las carboeléctricas de Coahuila

Los acuerdos internacionales pactados que buscan disminuir el calentamiento global y los cambios derivados de la reforma energética del 2013, anunciaron el cierre de las carboeléctricas y su reemplazo por energías limpias para el 2026, pero los planes han sido cancelados por la administración actual. Para el presidente López Obrador, la prioridad es mantener “la soberanía energética”, que para él es seguir extrayendo el carbón y darle a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) la facultad de distribuir y regular este combustible, una entidad que está en el medio del mercado nacional e internacional de la generación de energía desde hace décadas.

La CFE fue creada en 1933 con dos objetivos principales: operar como regulador entre las compañías privadas y el gobierno y proveer energía eléctrica donde las privadas no ingresaban. Para mediados del siglo pasado, la CFE tenía el 82 % de la inversión del sector eléctrico y el 54 % de la capacidad instalada, pero la crisis del petróleo en los 80 produjo deudas, inflación y estancamiento económico; para 1994 la industria era insostenible y el mercado eléctrico nacional se abrió a la industria privada, quienes ahora se encargan de producir y vender una parte de la energía a la CFE. Para el 2016, poco más del 36% de los hogares mexicanos se impedían de un bien económico como iluminación, limpieza, entre otros, por no tener suficiente energía. Le dicen ‘pobreza energética’.

Para unos pocos como el ‘rey del acero’ Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos de México, alguna vez la mayor siderúrgica del país (industria a donde va el 43.2% de las ventas del carbón), o Armando Guadiana, empresario minero que salió en los Pandora Papers por no declarar “por error” 28 millones de dólares, la industria del carbón ha traído riqueza; pero para la mayoría en Coahuila ha traído una ilusión de crecimiento cuyos mineros sufren las consecuencias todos los días que bajan a una mina.

Cristina Auerbach, activista defensora de los derechos de los mineros que vive en Coahuila desde el 2009, cuenta que en los últimos años, y sobre todo en la administración de López Obrador, “la CFE está entregando el mayor volumen de compras de carbón a las minas mientras demuestren que son las más chicas, pero lo más chico en minería es lo más precario y lo más peligroso”. La CFE, por ejemplo, entrega contratos por 35 millones de pesos que para un minero es bastante dinero, pero con eso no se hace una mina, sino sólo una cueva o un pozo, proyectos a corto plazo que no desarrollan tecnología y seguridad para sus trabajadores. Este modelo subcontrata y con muchos acuerdos que ni siquiera son para extracción, sino sólo para explorar, convirtiendo a la industria más peligrosa que nunca y a sus responsables libres de culpa.

Más de 3,000 mineros han muerto desde que se inició la industria del carbón en Coahuila y ninguna empresa ha sido sancionada por su negligencia empresarial, un término grandilocuente y vacío si no sabemos que en más de 100 años todos los cadáveres de las minas de carbón han sido extraídos excepto los del Grupo México; que por cada minero muerto hay 600 incidentes de seguridad; que al momento de morir la mitad de mineros no contaba con seguro social; que hasta hoy no se sabe el número exacto de personas rescatadas vivas; que entre el 2000 y 2019 unos 2,626 mineros quedaron incapacitados permanentemente.

Eduardo Aguirre es un empresario de 34 años del municipio de Múzquiz que vende su carbón a la CFE y se metió al negocio por su abuelo. Dice que ha tenido poco percance con sus empleados y que se suele generalizar los accidentes del carbón, olvidándose de los que hacen bien el trabajo, como él. “Claro que la Secretaría del Trabajo hace sus inspecciones, o llegan a estos puntos que son denunciados y cierran o clausuran ese tipo de minerías, sin embargo, al siguiente día, o a la semana, lo pueden volver a abrir”. Eduardo dice que los carboneros saben que la industria está en crisis, pero espera que les den contratos multianuales para invertir en seguridad, algo difícil con la incertidumbre del plan energético. A pesar de esto, considera que el carbón es necesario.

Para Luis Antonio Campos, representante del jefe de planeación de la mina Santa Bárbara en San José de Aura, el carbón en primer lugar es una roca, luego dice que no va a dejar de existir por la demanda y que deben abrir otras puertas, como la de la siderurgia. «No podemos estar quietos a esperar que se acabe esa transición, hay que continuar, ¿no? Al final de cuentas tenemos que aprovechar los recursos naturales que tenemos en esta zona, el carbón. No podemos desperdiciar estos recursos».

A inicio de octubre, López Obrador envió una iniciativa al congreso pidiendo modificar 3 artículos de la constitución que busca, entre otros pedidos, que la CFE sea la única encargada de producir y distribuir el 54 % de la energía del país, desaparecer la Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión Reguladora de Energía, y eliminar los certificados de energías limpias. La iniciativa se está discutiendo y se votará entre el 12 de noviembre y 15 de diciembre en el Congreso. México se contradice con los acuerdos firmados en la COP21 de París en 2015 en los que se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 22 %, la Alianza Global para la Eliminación Progresiva del Carbón del 2017, donde se comprometió a reducir gradualmente su uso para la generación de electricidad, y la Iniciativa de Acción Climática para el Empleo en el 2019, donde dijo que impulsará políticas justas de transición energética. México se está quedando afuera de la transición energética y en el camino también le da la espalda a las comunidades mineras quienes no son parte de estas conversaciones.

José Antonio Contreras tiene 41 años y es minero desde los 16, cuenta que no sabía del impacto ambiental del carbón hasta que escuchó a Cristina Auerbach y reconoce que si bien el trabajo le ayuda en su vida, también contribuye a dañar el planeta. Al igual que los más de 5,000 mineros cuyas familias dependen de la industria del carbón, José no sabe qué hará si la industria de la generación eléctrica decide apagar sus motores. “Al momento que te digan que aquí ya no hay trabajo en la mina, tienes que empezar otro aunque no te guste, aunque no sepas. Prácticamente es como empezar otra vida”. José Antonio cuenta que a la mina sólo se lleva una lámpara y si se te apaga tienes que andar a oscuras, que la primera vez sientes miedo pero luego te acostumbras. Los mineros que extraen el carbón a veces ni siquiera ellos mismos tienen luz para picar la roca negra que se sigue quemando y contamina innecesariamente para iluminar nuestras casas.